Creer
o no Creer
Hay dos acepciones en el diccionario de la
palabra “creer” que definen lo que todos entendemos perfectamente: pensar,
juzgar, sospechar algo o estar persuadido de ello y tener algo por verosímil o
probable.
Desde que existen los humanos, como especie
desarrollada de los animales, siempre han creído en algo. Es como si formara
parte de nuestra mentalidad y ha ido transformándose según se ha desarrollado.
Sin embargo estoy de acuerdo con Robert Bolt cuando decía: “Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, es una
idea que posee a la mente”
No hay un ser humano que no crea, aunque los
enfermos y pobres suelen multiplicar sus creencias en la religión o las
supersticiones.
Hay muchos pensadores y líderes que han
hablado del creer en distintas formas. Dalai Lama, decía, “No debemos creer demasiado en los elogios. La crítica a veces es muy
necesaria” Pero a veces sucede que “por no caer mal” no le decimos a
nuestro amigo que se le está cayendo el pelo y por el contrario le decimos que
nos parece que ahora tiene más.
Franz Werfel aseguraba que para el que cree no
es necesaria ninguna explicación y por el contrario para el que no cree toda
explicación sobra. Y tiene razón. Para el religioso, cualquier acontecimiento
puede ser un milagro y no vale que le digas que fue un suceso ocurrido por
algún motivo normal. Pero como decía Sigmund Freud “Como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede
forzar para que no crea”
Hay
personas que manifiestan no creer en nada, diciéndonos claramente que creen en
no creer. Hay otros que cambian de creencia por diferentes motivos, por
ejemplo: el alemán Martin Lutero no creía que un día fuera a convertirse en
monje, sin embargo, al regresar de la casa de sus padres se desató una tormenta
eléctrica y un rayo cayó cerca de él. Se asustó y pidió ayuda a Santa Ana y le
dijo que si lo salvaba se convertiría en monje. No le ocurrió nada e
inmediatamente abandonó la carrera de Derecho y entró en un monasterio para
convertirse en monje.
Es necesario creer, de lo
contrario te conviertes en un objeto. También hay cosas en la que no puedes
creer.
Yo creo, con sus virtudes y
defectos, en el ser humano. Creo en mi madre, en mi familia. Creo en el amor.
Creo que el desarrollo nos lleva a la destrucción de nuestro planeta. Creo en
el poder de la voluntad y en el poder de los libros y creo en el problema de la
cantidad de personas que mueren de hambre diariamente. Creo en los misioneros
que comparten su vida de igual forma con los integrantes de tribus indígenas.
No puedo creer en los que
recomiendan austeridad y no se abstienen de nada. No creo en los que luchan por
un mundo sin contaminación y no prescinden de autos y aviones. ¿A quién van a
convencer? Cuando los ven en coches y yates lujosos. No creo en las mujeres que
protestan, por algo injusto, enseñando sus senos. Cuando los presentes dicen:
¿viste sus tetas? Y no prestan atención a sus demandas. No creo en los curas
que viven y actúan como mercaderes y practican la pedofilia. No creo en
persona buena que le guste ver maltratar o morir, un animal. No puedo creer en
el que pregona derecho a la libertad amordazando a otro. No creo en los jueces
que no imparten la misma justicia para todos. No creo en los revolucionarios
que llevan en su alma la sed de venganza y deseo de poder.
Ustedes, amigos lectores,
también tienen el derecho a creer o no creer.
Pedro Celestino Fernández.
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